Palabras Clave
artrosis trapeciometacarpiana - ansiedad - depresión - función del miembro superior - fuerza de puño - fuerza de pinza
Introducción
Los trastornos por ansiedad y/o depresión no son infrecuentes en los pacientes con osteoartrosis; se ha considerado que la prevalencia en esta población seria aproximadamente del 20%.[1] Teniendo en cuenta el continuo incremento de la patología degenerativa, este porcentaje implicaría la existencia de un número significativo de pacientes con trastornos del estado de ánimo en nuestras consultas. Esto afectaría a la salud pública, dado que la patología mental exacerba los problemas de los pacientes con osteoartrosis[2] y hace que la coexistencia de ambas patologías incremente el coste económico del tratamiento de estas personas.[3]
Aunque la mayor parte de los estudios estén enfocados a la relación entre patología metal y los problemas degenerativos en la columna y los miembros inferiores,[4] también se ha visto esta asociación con la artrosis trapeciometacarpiana (TMC).[5]
[6] La rizartrosis es una patología muy frecuente en nuestro entorno, y aumenta su prevalencia con la edad y con pacientes del género femenino, que suelen ser también la población de riesgo de los trastornos del estado de ánimo.
El objetivo de este estudio es conocer si, en nuestro entorno, la percepción del dolor y de la funcionalidad de la mano del paciente con rizartrosis está asociada con el diagnóstico de un trastorno del estado de ánimo (ansiedad y/o depresión).
Materiales y Métodos
Se trata de un estudio descriptivo elaborado a partir de la revisión de las historias clínicas de los pacientes vistos en las consultas de la Unidad de Miembro Superior de nuestro servicio entre enero de 2018 y enero de 2020. Los factores de inclusión fueron: pacientes remitidos para tratamiento quirúrgico a la Unidad de Mano con rizartrosis de grados III a IV según la escala de Eaton; no presentar antecedentes quirúrgicos ni patología en la mano que no fuera la rizartrosis; dolor con las actividades básicas de la vida diaria que requería la toma de analgésicos; y no presentar respuesta al tratamiento rehabilitador y/o a la terapia ocupacional.
Se evaluaron los siguientes factores clínicos: edad, género, índice de masa corporal (IMC), y diagnóstico de ansiedad y/o depresión. Se evaluaron también los factores propios de la patología: lateralidad, grado de rizartrosis según escala de Eaton, fuerza de puño, y fuerza de pinza. El dolor se valoró con la escala visual analógica (EVA), y la capacidad funcional, con la versión corta del del cuestionario de Discapacidades del Brazo, Hombro y Mano (Quick Disabilities of the Arm, Shoulder and Hand – QuickDASH, en inglés).
Para el análisis estadístico, se usó el programa Statistical Package for the Social Sciences (IBM SPSS Statistics for Windows, IBM Corp., Armonk, NY, Estados Unidos), versión 25. La asociación entre los trastornos del estado de ánimo con el género y el grado de rizartrosis se valoró con el test de chi cuadrado (χ2), mientras que para evaluar esta relación con el IMC, la fuerza de pinza, la fuerza de puño, y los puntajes en la EVA y en el QuickDASH, se usó la prueba t de Student. Se estableció un nivel de significación bilateral de 0,05.
El presente estudio ha sido aprobado por el Comité Ético de Investigación Clínica de nuestro centro.
Resultados
Los datos se presentan en la [Tabla 1].
Tabla 1
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Población total: n (%)
|
Sin diagnóstico de ansiedad y/o depresión: n (%)
|
Con diagnóstico de ansiedad y/o depresión: n (%)
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Valor de p
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|
107 (100%)
|
84 (78,5%)
|
23 (21,5%)
|
|
Edad (años): media ± DE
|
59,48 ± 7,54
|
59,96 ± 7,31
|
57,7 ± 8,25
|
0,203
|
Género: n (%)
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|
|
|
|
Masculino
|
16 (15%)
|
16 (15%)
|
0
|
0,023
|
Femenino
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91 (85%)
|
68 (65,5%)
|
23 (19,5%)
|
Lado: n (%)
|
|
|
|
|
Derecho
|
52 (48,6%)
|
44 (41,1%)
|
8 (7,5%)
|
0,135
|
Izquierdo
|
55 (51,4%)
|
40 (37,4%)
|
15 (14%)
|
IMC (Kg/m2): media ± DE
|
28,29 ± 5,12
|
28,45 ± 5,02
|
27,69 ± 5,54
|
0,526
|
Grado en la Escala de Eaton: n (%)
|
|
|
|
|
III
|
58 (54,2%)
|
46 (43%)
|
12 (11,2%)
|
0,825
|
IV
|
49 (45,8%)
|
38 (35,5%)
|
11 (10,3%)
|
Fuerza de puño
(Kg) : media ± DE
|
15,64 ± 9,58
|
16,48 ± 10,24
|
12,56 ± 5,79
|
0,082
|
Fuerza de pinza
(Kg): media ± DE
|
3,37 ± 1,9
|
3,63 ± 1,94
|
2,44 ± 1,44
|
0,007
|
EVA: media ± DE
|
8,28 ± 1,07
|
8,21 ± 1,1
|
8,52 ± 0,94
|
0,225
|
QuickDASH: media ± DE
|
65,94 ± 15,05
|
63,78 ± 15,1
|
73,82 ± 12,13
|
0,004
|
En el conjunto de los casos revisado, los valores de las fuerzas de puño y de pinza eran más bajos en la población con ansiedad y/o depresión, y los puntajes en la EVA y en el QuickDASH, más altos, pero las únicas asociaciones estadísticamente significativas que se encontraron fueron con el género, la fuerza de pinza y el QuickDASH. Dado que ningún paciente varón presentaba enfermedad mental, se decidió realizar un análisis de la población femenina por separado; al hacerlo, continuaba la tendencia comentada, con una población con trastorno del estado de ánimo con valores de fuerza de puño y de pinza más bajos y puntajes más altos en la EVA y en el QuickDASH, pero solo existía relación estadísticamente significativa con el QuickDASH, habiéndose perdido la asociación con la fuerza de pinza ([Tabla 2]).
Tabla 2
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Población femenina: n (%)
|
Sin diagnóstico de ansiedad y/o depresión: n (%)
|
Con diagnóstico de ansiedad y/o depresión: n (%)
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Valor de p
|
|
91 (100%)
|
68 (74,7%)
|
23 (25,3%)
|
|
Edad (años): media ± DE
|
59,36 ± 7,54
|
59,93 ± 7,26
|
57,7 ± 8,24
|
0,222
|
Lado: n (%)
|
|
|
|
|
Derecho
|
41 (45,1%)
|
33 (36,3%)
|
8 (8,8%)
|
0,252
|
Izquierdo
|
50 (54,9%)
|
35 (38,5%)
|
15 (16,4%)
|
IMC (Kg/m2): media ± DE
|
28,34 ± 5,36
|
28,56 ± 5,32
|
27,69 ± 5,54
|
0,504
|
Grado en la Escala de Eaton: n (%)
|
|
|
|
|
III
|
46 (50,5%)
|
34 (37,4%)
|
12 (13,1%)
|
0,857
|
IV
|
45 (49,5%)
|
34 (37,4%)
|
11 (12,1%)
|
Fuerza de puño
(Kg) : media ± DE
|
13,56 ± 6,7
|
13,91 ± 7,37
|
12,56 ± 5,79
|
0,425
|
Fuerza de pinza
(Kg): media ± DE
|
3,03 ± 1,68
|
3,23 ± 1,71
|
2,44 ± 1,44
|
0,052
|
EVA: media ± DE
|
8,34 ± 1,09
|
8,27 ± 1,13
|
8,52 ± 0,93
|
0,343
|
QuickDASH: media ± DE
|
67,51 ± 13,52
|
65,38 ± 13,37
|
73,82 ± 13,14
|
0,009
|
Discusión
La artrosis es una enfermedad degenerativa que causa daño articular y dolor crónico, tiene una prevalecía mayor de 50% en individuos mayores de 60 años,[7] y estudios como el de Heikkinen et al.[8] reportan una asociación entre patología mental y artrosis. Ansiedad, depresión y dolor están relacionados con la osteoartrosis y frecuentemente coexisten; de hecho, un 70% de la población con ansiedad y depresión también sufren de dolor crónico articular.[9]
En nuestro análisis, se identificaron los casos con ansiedad y/o depresión diagnosticados en pacientes con rizartrosis. Si comparamos nuestros resultados con los publicados por otros autores,[5] resultan bastante similares, mientras que en otros este porcentaje es mayor: de hecho, Schloemman et al.[6] encontraron un 31% de los casos de artrosis TMC en tratamiento por ansiedad y/o depresión.
La distribución por género y edad en nuestra muestra es muy similar a la de otros estudios.[5]
[6]
[7] También coincidimos con lo publicado anteriormente,[5]
[6]
[10] al encontrar en los pacientes con rizartrosis una clara asociación entre el género femenino y el diagnóstico de ansiedad y/o depresión.
Se ha descrito[11] la asociación entre el IMC y los trastornos del estado de ánimo en pacientes con patología degenerativa de miembros inferiores, pero no en la de los superiores; en nuestro análisis, tampoco hemos encontrado esta relación.
Cuando estudiamos las fuerzas de puño y de pinza, vimos que la de pinza tenía una asociación estadísticamente significativa con el diagnóstico de ansiedad y/o depresión, pero, al realizar el análisis eliminando a la población masculina, esta relación desapareció. Las mujeres tienen menos fuerza tanto de pinza como de puño.[12]
[13] La falsa asociación vista en un primer momento se debe a que la patología mental se relaciona con la población femenina, y esta es la que tiene menos fuerza de pinza.
En el artículo de revisión recientemente publicado por Wang y Ni,[2] en relación a la asociación entre la depresión y el dolor en la artrosis, se presentan estudios tanto a favor como en contra de esta relación. En el artículo,[2] se indica que, teniendo en cuenta que la presencia de dolor es de por si un factor de riesgo para presentar una patología mental, lo coherente sería hallar una relación entre ambos parámetros. Sin embargo, en nuestro estudio, utilizando la EVA para medir el dolor, no hemos visto tal asociación.
Encontramos una clara asociación entre ansiedad y/o depresión y una percepción mala de la funcionalidad del miembro afecto, como se ha visto también en otros artículos.[5]
[6]
[10] Esta disfunción percibida por el paciente hace que los individuos con patología ansioso-depresiva acudan con mayor frecuencia a nuestras consultas.[10] Y aunque según Wouters et al.[14] pueda parecer que un peor perfil psicológico fuerce la intervención quirúrgica, otros artículos[6] indican todo lo contrario, dado que el cirujano ortopédico quizás tienda a sentir rechazo por este tipo de pacientes.
En un estudio realizado entre cirujanos de mano,[15] se observó que los parámetros que más incitan a recomendar el tratamiento quirúrgico son: el dolor limitante para el paciente, la realización de una infiltración no efectiva, una radiografía con osteoartrosis TMC grave, y la escasa presencia de síntomas de depresión.
Entre las limitaciones de nuestro estudio destacamos el reducido tamaño muestral, que ha impedido crear grupos según su diagnóstico psiquiátrico (trastorno de ansiedad, depresión, y ansioso-depresivo), puesto que se perdía significación. Otras limitaciones han sido su diseño retrospectivo, el haberse basado en un diagnóstico ya hecho, y no haber recogido ninguna escala objetiva de medición de la ansiedad y/o depresión. También nos gustaría indicar que, al tratarse de un estudio transversal y no longitudinal, se nos imposibilita ver la evolución entre el tratamiento de la patología mental y los cambios en la funcionalidad en la mano.
Para finalizar, quisiéramos remarcar la importancia del diagnóstico de la patología mental en nuestros pacientes, pues sabemos que el tratamiento de la misma mejora su sintomatología. Aunque la evidencia del beneficio para el dolor y otros síntomas físicos es menos sólida, se aprecia una mejoría en el funcionamiento y los síntomas comórbidos cuando la patología mental es tratada con éxito. No se sabe si este enfoque en individuos con osteoartritis asociada reduciría los costos o mejoraría los síntomas de la osteoartritis,[16] pero es un reto para futuros estudios.
Mientras que los motivos para que identifiquemos a los pacientes con ansiedad y/o depresión están claros, el cómo hacerlo no lo está. Los cirujanos están dispuestos a valorar los factores psicológicos de los pacientes, pero se ven obstaculizados por la falta de tiempo, el malestar al abordar los problemas mentales y sociales, así como por el estigma asociado con la patología mental.[17] Lo más importante es modificar en médicos y pacientes la percepción de que estas condiciones son inevitables y normales;[9] con ello, se busca implementar un cambio y conseguir un abordaje integrado, en colaboración con atención primaria, para un mejor manejo de los problemas físicos y mentales.